viernes, 9 de mayo de 2014

CAST 140509 (155) Jorge M. Reverte (Ideas)


Jorge M. Reverte (Ideas)

Resumiendo el artículo de Jorge M. Reverte, “Ideas”, del jueves 1 de mayo de 2014, me quedo con su criminalización de “las agresiones sufridas en la calle por Pere Navarro y Jorge Fernández”. Entiendo que el autor, con toda una referencia a un texto de Max Aub de1939 en contra del nazismo, tilde los hechos de graves y como consecuencia del clima de crispación que se vive en Cataluña.

Para los que habitamos este espacio de “crispación” que es Cataluña, nos sorprende precisamente que todo este proceso “soberanista”, “separatista” o de “derecho a decidir” se ha llevado, por parte de la ciudadanía, sin ningún tipo de crispación. Te puede gustar o no, pero un hecho es evidente: el golpe de efecto de la llamada “Via Catalana” se hizo sin el mínimo acto de violencia, todo un ejemplo de perfecta organización. Las muestras de crispación se “muestran” (valga la redundancia) en aquellas personas que precisamente ven el proceso con posibilidades de éxito y no se conforman con ello. Hasta en mi municipio, Cunit (Tarragona), uno puede leer el preocupante mensaje de “Muerte al separatismo” en la persiana metálica de la que había sido sede de Esquerra Republicana de Catalunya: esta pintada es propia de un grupo “ultra”.

La crispación es evidente, pero lo es en Cataluña como en Madrid o Sevilla o Valencia. El personal está harto. No pretendo justificar ninguna agresión, ninguna acción violenta, pero con estos mis ojitos he visto manifestantes enfrentándose a “honorables” parlamentarios de todo el espectro político. Tomarse la justicia por la mano es preocupante, pero mucho más preocupante es esa justicia que está tolerando tanta injusticia. No sé el motivo exacto que impulsó a una persona (al parecer una “respetable” mujer, no una “indeseable” antisistema) a “agredir” a Pere Navarro, pero incluso podría ser el tema del “soberanismo”. Recordemos que Pere Navarro es el político al frente del PSC y, si este partido prometió por tradición política y posiblemente por rédito electoralista el llamado “derecho a decidir”, entiendo que haya incluso votantes socialistas totalmente indignados. A mí la ilusión socialista me duró muy poco. Tenía 18 años recién cumplidos y pude votar en 1982 por “el cambio”. Fue tomar el poder (o precisamente por ese fin, para “tomar” el poder), después del fallido (¿?) golpe de Estado de Tejero, que el PSOE perdió las dos iniciales centrales de su sigla. El colmo, para mí desilusión, fue el Referéndum para entrar en la OTAN: ¡era yo tan ingenuo e idealista! No volví a votar más a los socialistas, pero también he vivido con la mayor angustia los gobiernos de otros partidos. Yo, que no soy nada violento, me quedaría bastante relajado acercándome al político de marras y pudiéndole propinar una “cariñosa y pedagógica” colleja, como decía Manolito Gafotas, el hijo pródigo de Elvira Lindo. Todos los partidos políticos han demostrado, sin excepciones, unos niveles de corrupción directamente proporcionales a la importancia del poder obtenido.

La crispación en Cataluña se alimenta muchas veces con titulares incendiarios del tipo “Estudiar en castellano en la UOC cuesta el triple que hacerlo en catalán”, noticia-reportaje firmado por Ivanna Vallespín, desde Barcelona, en El País del domingo 27 de abril de 2014.

Literalmente: «Francisco Castro acabó hace tres años la carrera de Derecho en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Vive en el Puerto de Santa María (Cádiz), así que se matriculó en la modalidad de lengua castellana. Antes de acabar la titulación se enteró que estaba pagando el triple de sus compañeros que estudian en catalán. Francisco alaba el método educativo de la UOC, pero critica esta política de precios. “Me parece injusto. No todos podemos hacer los estudios en catalán”, lamenta».

Voy a hacer de abogado del diablo: ¿Cuánto cuesta estudiar en catalán la misma carrera en la UNED, la española Universidad Nacional de Educación a Distancia? Voy a decir una doble respuesta, igualmente verdadera o falsa: “cero euros” o “un millón de euros”. Esto es posible, porque es “imposible” estudiar en la UNED una carrera en lengua catalana. Si una universidad pública española no puede garantizar que una alumno siga sus estudios en su lengua, cualquiera de las otras lenguas españolas “constitucionales” (eusquera, gallego, catalán o ―para vergüenza de cualquier filólogo― “valenciano”; salvo, supongo, las respectivas filologías), ¿nos ha de extrañar que la Generalitat subvencione la UOC, aunque sea universidad privada, para intentar equipararla a las públicas presenciales?

Detalles como estos fomentan la verdadera crispación. El tema de España no se ha solucionado nunca. El concepto de España se podía haber sustentado en las ideas de “pluralidad”, “respeto” e “igualdad”, y se cae siempre en la idea de la “esencia”. Se atacan a los llamados “nacionalismo” desde un férreo e intransigente “nacionalismo”, con la etiqueta de “españolista”.

Ya que los políticos parecen no tener soluciones a la crispación, los periodistas sí que tienen una ingente responsabilidad: no manipular la información para generar crispación.


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